jueves, 3 de febrero de 2011

Una pequeña parte

Un día fui con mi vieja a visitar a mi abuelo. En ese entonces yo tendría ocho años. Mi abuelo vivía solo en una casa casi sin terminar. Él la diseño con sus propias manos, y cuando murió mi abuela, por no poder con la melancolía, dejo de construir la casa.
Íbamos muy seguido a su casa, él estaba peor cada año. Ya no se acordaba de mí.

-¿Quién es este pajarito?- le preguntaba a mi mamá, mirándome con una sonrisa muy simpática y arrugada, con labios muy finos, ojos achinados, orejas peludas y una nariz grande de la cual sobresalían de los orificios nasales un montón de pelos grises.
-Papi ¿Me estas preguntando en serio?-
La miró seriamente.
- ¡Es Nico, papi!- Mi vieja sorprendida por la pregunta.
-¿Hijo de quién?
Mi vieja calmo las aguas y comprendió.
- Mío- respondió.
-Aaaah, mira vo´che ¿por qué no me dijiste antes?
Mi vieja no le respondió, respiró hondo y se fue a cocinar.

Mi abuelo Carlos agarró un juego de mesa, el monopoly. Se lo había regalado mi tío para que lo jugara con mi abuela todas las tardes. No lo jugaba más.
- ¿Querés jugar? le pregunto a mi madre
- No, estoy ocupada Pá - le dijo mientras lavaba unos platos.
-¿Querés jugar conmigo pajarito? - me pregunto
-No abuelo - le dije
Siempre cuando hay insistencia digo que si y espero eso, pero en este caso no me insistió.
Salió de la casa con una pala en la mano y el juego en la otra. Mi vieja estaba cocinando. Fue a un terreno baldío que se encontraba en frente y comenzó a cavar. Mientras ella se estaba lavando las manos después de haber embarnizado el pollo con manteca. Tiró el juego en el pozo y lo tapo con la tierra. Mi vieja se secó las manos y puso el pollo en el horno, se fijo la hora para controlar. La puerta de la casa estaba abierta, y yo desde la vereda lo miraba a Carlos. Ella fue a pelar papas.
Mi abuelo levanto la cabeza y me miró
- Cuando algo no funciona bien se tiene que morir - dijo.
Y empecé a sentir un malestar en la panza. Como si una aguja me atravesara el estomago. Me fui echando de a poco al suelo. Mi abuelo Carlos se fue acercando.
-¿Qué pasa pajarito?- me pregunto.
- No me siento bien, llama a mamá- casi no podía hablar del dolor.
- Como dije, cuando algo no anda bien se tiene que morir – me agarro del cuello con sus dedos gruesos e hinchados por la edad.
Se me escaparon lágrimas. He ahí el yanto.
Mi vieja salió a socorrerme, tal cual hacen las madres al proteger a sus crías en el reino animal.